¡Adiós, genio!
Suele decirse que donde hay genio hay ingenio, y no lo dudo. Toda una muestra ha sido Fernando Fernán Gómez (Lima, Perú, 21 de agosto de 1921 – Madrid, 21 de noviembre de 2007), una figura destacada en el mundo del cine, del teatro y de la literatura que ayer nos abandonó a los 86 años de edad, dejando tras de sí todo un legado cultural digno de admiración. Le vimos en películas como La Colmena (Maria Camus, 1983), Belle Époque (Fernando Trueba, 1992), El abuelo (José Luís Garci, 1998), La lengua de las mariposas (José Luís Cuerda, 1999), y todo un sinfín más de largometrajes donde dio vida a personajes de toda índole. Su huella en el cine no acaba aquí, también fue director de películas como El viaje a ninguna parte (1983), Lázaro de Tormes (2001) o la televisiva serie Fortunata y Jacinta (1980). El teatro era otra de sus pasiones, y en este ámbito aportó también varias obras, de las que cabe destacar Las bicicletas son para el verano (1984).
Su carrera y profesionalidad se han visto reconocidas con premios como los Goya o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Ocupó el sillón B de la Real Academia de la Lengua, su dominio de la palabra nos dejó boquiabiertos en más de una ocasión. Su talento le convirtió en todo un hito para nuestro país y también en Latinoamérica, tierra a la que siempre estuvo muy vinculado tanto por su nacimiento como por sus amores.
Hoy lloran las tablas de los teatros, los guiones cinematográficos, las salas de cine, las letras del abecedario, las palabras... Hoy nos ha despedido a ritmo de tango, con sabor a versos de Rubén Darío, en el teatro, como solo saben hacer los genios...