sábado, 29 de diciembre de 2007

octubre, noviembre, diciembre... Enero, febrero, ...

Como cualquier otro día de vacaciones te levantas con la pereza a cuestas. Subes la persiana y encuentras los tejados blancos. “¡Menuda helada!”, piensas. Miras el calendario y te das cuenta de que ha pasado un año, prácticamente inadvertidos han ido desvaneciéndose los días entre mil aventuras, “y yo sin darme cuenta”. Resulta que sin saber cómo ni porque, tus ojos se han abierto y parece que has despertado, no pareces la misma persona que se levantó hace apenas tres minutos. La única diferencia entre aquella persona y la que eres ahora, es que así, de repente, sólo con mirar una hoja llena de números y tachones de bolígrafos de diferentes colores con mil tareas y citas (unas cumplidas y otras olvidadas aún estando impresas), una prefería matar el tiempo en la cama y otra se había dado cuenta de que este pasaba muy rápido.
Decides hacer un esfuerzo supino y mirar hacia atrás para hacer un “balance” de esos que suele hacerse uno cuando acaba el año para continuar con una serie interminable de buenos propósitos que quedarán en eso, en una declaración de buenas intenciones que pasarás de largo una vez llegue el nuevo año. En esas estás, recordando lugares, momentos, personas... Y te detienes en un recuerdo que te duele, intentas pasar a otro, pero te duele, no puedes. Hay momentos que guardas en el anaquel eternamente y por muchas limpiezas que hagas, por muchas cosas que olvides, ese trocito siempre permanecerá en él ahí. Nadie podrá quitar nunca su huella del anaquel de tu memoria. Pero lo mismo sucede con los buenos, con los muy buenos, que arrancan tu sonrisa cada vez que los recuerdas y te dejan un sabor a nostalgia.
De nuevo, sin querer, mientras tu mente vagabundea por tus recuerdos y tu mirada busca algo con lo que aliviar el dolor de algunos de ellos por una pared blanca, en la que también se nota el paso del tiempo, tropiezas de nuevo con las hojas del calendario. Apenas quedan unos días para arrancar ese pedazo de cartón y dar paso a otro nuevo...

Feliz 2008 a quienes me leéis.


jueves, 22 de noviembre de 2007

Un grande de la cultura


¡Adiós, genio!

Suele decirse que donde hay genio hay ingenio, y no lo dudo. Toda una muestra ha sido Fernando Fernán Gómez (Lima, Perú, 21 de agosto de 1921 – Madrid, 21 de noviembre de 2007), una figura destacada en el mundo del cine, del teatro y de la literatura que ayer nos abandonó a los 86 años de edad, dejando tras de sí todo un legado cultural digno de admiración. Le vimos en películas como La Colmena (Maria Camus, 1983), Belle Époque (Fernando Trueba, 1992), El abuelo (José Luís Garci, 1998), La lengua de las mariposas (José Luís Cuerda, 1999), y todo un sinfín más de largometrajes donde dio vida a personajes de toda índole. Su huella en el cine no acaba aquí, también fue director de películas como El viaje a ninguna parte (1983), Lázaro de Tormes (2001) o la televisiva serie Fortunata y Jacinta (1980). El teatro era otra de sus pasiones, y en este ámbito aportó también varias obras, de las que cabe destacar Las bicicletas son para el verano (1984).

Su carrera y profesionalidad se han visto reconocidas con premios como los Goya o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Ocupó el sillón B de la Real Academia de la Lengua, su dominio de la palabra nos dejó boquiabiertos en más de una ocasión. Su talento le convirtió en todo un hito para nuestro país y también en Latinoamérica, tierra a la que siempre estuvo muy vinculado tanto por su nacimiento como por sus amores.

Hoy lloran las tablas de los teatros, los guiones cinematográficos, las salas de cine, las letras del abecedario, las palabras... Hoy nos ha despedido a ritmo de tango, con sabor a versos de Rubén Darío, en el teatro, como solo saben hacer los genios...



lunes, 19 de noviembre de 2007

Son esas tardes de otoño...

Cuando hace frío tenemos una tendencia a permanecer en casa, a realizar una simbiosis con el sofá y permanecer encerrados como si la lluvia o el frío fueran a acabar con nosotros. La pereza parece que se hace más pesada y el cielo gris poco invita a dar un paseo. Pero hoy, a pesar de que el cielo de Salamanca lleva todo el día amenazando a lluvia y dejando caer sobre unos cuantos desprevenidos suaves gotas de agua, yo he roto con la simbiosis del sofá y me dispuse a caminar un rato. En mi paseo no tuve otro acompañante más que el paraguas, y juntos observamos cómo sienta el otoño a la piedra de Villamayor y a las orillas del Tormes. Éstas resultan ser un auténtico espectáculo de ocres en el que la danza la ponen las hojas, que caen con la misma sutileza con la que pasa el tiempo y el murmullo del agua parece acallado por el agua que cae sobre el cauce. Y así, escuchando las gotas de agua, sintiendo la textura resbaladiza de las hojas que van humedeciéndose con la lluvia bajo mis pies, di un paseo por el río y también por mi misma. Quizá sea la melancolía que nos produce la lluvia, la nostalgia de los ocres, la soledad del otoño, pero todo ayudó a mi mente a abandonar por unos minutos ese caos que en muchas ocasiones parece rodearnos y sumergirme en mi propio caos. Pisar con fuerza un charco sin importarnos que el agua llegue hasta las rodillas... Tirar una piedra al río para romper la tranquilidad de su cauce... Intentar desprendernos del otoño a la fuerza es imposible, lo mejor será dejarlo pasar y que vayan cayendo nuestras hojas poco a poco...





lunes, 22 de octubre de 2007

Novedades en el celuloide español

Este pasado fin de semana, la curiosidad por ver las películas españolas que tenemos en cartelera en estos momentos me ha llevado a ir al cine dos días consecutivos sin ser una cinéfila declarada. Es más, pocas veces he ido al cine, pero está claro que hay que mantenerse al tanto de todo lo que sucede y el cine no es menos. Las películas que elegí fueron 13 rosas y El Orfanato. La primera ha sido dirigida por Martínez-Lázaro y está basada en libro 13 rosas de Carlos Fonseca, aunque han sido muchas las publicaciones que han versado sobre esta historia que incluso se ha llevado al teatro. El filme relata la espeluznante historia de trece mujeres militantes de Juventudes Socialistas Unificadas reprimidas por el régimen franquista tras finalizar la Guerra Civil. Todas ellas fueron condenadas a muerte después de pasar una temporada en la cárcel de Las Ventas de Madrid. En ella podemos ver, entre otras, a actrices de la talla de Pilar López de Ayala, Goya Toledo y Verónica Sánchez. Dar cabida a tantos personajes en una sola película es algo difícil que se ha logrado dando más protagonismo a cuatro de las trece rosas. Las actrices representan con mucha valentía lo que sufrió este grupo de mujeres y la represión de la sociedad contraria al régimen en general. La película es muy emocionante aunque esta emoción se ve interrumpida en el momento en el que aparece en la pantalla Leticia Sabater y rompe los esquemas del espectador. A pesar de todo, el director ha intentado mostrar la historia de una manera mucho menos encarnizada y salvaje de lo que en realidad fue. Bien es cierto que la película no ha estado exenta de polémica dado que algunos la tachan de oportunista y no ven en ella sino una propaganda clara de la controvertida Ley de Memoria Histórica. La Guerra Civil es un hecho muy cercano en la historia de España por lo que aún hay heridas abiertas que muchos tienen miedo a remover. Esto no significa que no deba conocerse la historia, lo que les pasó a los verdaderos protagonistas de un cruel episodio que como bien he dicho, sigue latente en el espíritu de una sociedad que lucha porque sus derechos sean reconocidos (“Que nuestro nombre no se borre de la historia” pronunció una de las rosas momento antes de ser fusilada). Esta película fue preseleccionada para representar a España en los mediáticos premios de los Oscar, pero al final la elegida ha sido El Orfanato. La actriz Belén Rueda es la protagonista de este largometraje dirigido por Juan Bayona que en tan solo unas semanas en cartelera ha cosechado un gran éxito en las taquillas y entre las críticas. Se podría decir que es una mezcla de varias películas de miedo y misterio, con un ambiente de suspense muy logrado que incluso arranca los gritos de sobresalto de algunos espectadores asustadizos. Sin duda, dos películas dignas de ver, que esperemos que suban los ánimos del cine español.

viernes, 19 de octubre de 2007

Tres, dos, uno...

Comienza mi andadura por el mundo de la blogosfera desde tierras salmantinas, donde ya hace unas semanas comencé el curso. De nuevo llegó la rutina, la melancolía, los momentos vacíos, las tardes concurridas, las noches de insomnio, las noches universitarias, los recuerdos de un verano... ¿Y qué mejor que poderlo compartir? Poco a poco iré llenando mi anaquel con todas aquellas cosas dignas de contar, de expresar, y en definitiva, de recordar. Espero que todos los que paséis por aquí os animéis a ir posando sobre mi anaquel todo cuanto queráis, serán bienvenidas las opiniones y las críticas constructivas.
Un saludo.