Estoy a apenas un mes de mi escapada a la ciudad de la pasta por excelencia, de la mafia, de la basura en las calles, de las ruinas romanas, de los conductores sin reglas… Hace más de dos meses acababa mi segundo curso en la ciudad de la piedra de Villamayor, del Tormes, de los tunos… He consumido más de la mitad de mis vacaciones. Un verano extraño, en el que no he visto más tierra que la mía: Villademor. He gozado con cada atardecer, he intuido los amaneceres entre los agujeros de la persiana y he saboreado los mejores platos de la cocina de mi madre. He disfrutado con todas esas personas que durante el curso veo una vez cada dos meses… No todo han sido buenos momentos claro está, pero, ¿quién dijo que unas vacaciones son igual que vivir en una burbuja de color rosa?
No he contado exactamente los días que me quedan para pisar suelo italiano y emprender allí un nuevo curso, pero lo cierto es que los días cada vez pasan más deprisa y las noches cunden más ante la incertidumbre de qué será de mi a la llegada. ¿Miedo? Quizá, siempre da miedo alejarse de lo que quieres y acercarte a lo que en un principio puede resultar desconocido. Pero la idea de irme siempre me ha atraído y no iba a dejar escapar una oportunidad así. Me apetece salir a la calle y encontrarme con cosas que no conozco, caminar y fijarme en el camino para saber cómo regresar… La rutina acaba cansando, incluso la de las vacaciones. Nuevos aires están a la vuelta de la esquina. Cuando menos me lo espere, estaré llenando las maletas, despidiéndome. Cuando menos me lo espere, estaré en la habitación de un hostal cutre, con mi maleta, mi portátil, y un montón de recuerdos e incertidumbres en mi cabeza, dispuesta a pasar un año de esos que llaman inolvidables.
No he contado exactamente los días que me quedan para pisar suelo italiano y emprender allí un nuevo curso, pero lo cierto es que los días cada vez pasan más deprisa y las noches cunden más ante la incertidumbre de qué será de mi a la llegada. ¿Miedo? Quizá, siempre da miedo alejarse de lo que quieres y acercarte a lo que en un principio puede resultar desconocido. Pero la idea de irme siempre me ha atraído y no iba a dejar escapar una oportunidad así. Me apetece salir a la calle y encontrarme con cosas que no conozco, caminar y fijarme en el camino para saber cómo regresar… La rutina acaba cansando, incluso la de las vacaciones. Nuevos aires están a la vuelta de la esquina. Cuando menos me lo espere, estaré llenando las maletas, despidiéndome. Cuando menos me lo espere, estaré en la habitación de un hostal cutre, con mi maleta, mi portátil, y un montón de recuerdos e incertidumbres en mi cabeza, dispuesta a pasar un año de esos que llaman inolvidables.