Decides hacer un esfuerzo supino y mirar hacia atrás para hacer un “balance” de esos que suele hacerse uno cuando acaba el año para continuar con una serie interminable de buenos propósitos que quedarán en eso, en una declaración de buenas intenciones que pasarás de largo una vez llegue el nuevo año. En esas estás, recordando lugares, momentos, personas... Y te detienes en un recuerdo que te duele, intentas pasar a otro, pero te duele, no puedes. Hay momentos que guardas en el anaquel eternamente y por muchas limpiezas que hagas, por muchas cosas que olvides, ese trocito siempre permanecerá en él ahí. Nadie podrá quitar nunca su huella del anaquel de tu memoria. Pero lo mismo sucede con los buenos, con los muy buenos, que arrancan tu sonrisa cada vez que los recuerdas y te dejan un sabor a nostalgia.
De nuevo, sin querer, mientras tu mente vagabundea por tus recuerdos y tu mirada busca algo con lo que aliviar el dolor de algunos de ellos por una pared blanca, en la que también se nota el paso del tiempo, tropiezas de nuevo con las hojas del calendario. Apenas quedan unos días para arrancar ese pedazo de cartón y dar paso a otro nuevo...
Feliz 2008 a quienes me leéis.